La hora del destape

Desnudarse es algo que puede resultar liberador o bochornoso, todo depende de a quién tengas enfrente y qué imagen te hayas creado de tu propio desnudo. Reconozco que durante años tuve una imagen equivocada de mi propio desnudo y durante más de veinte tuve enfrente a esta apasionante industria, la industria publicitaria. Con los años, y a fuerza de hacer mucho nudismo, he descubierto que lo que realmente importa es el concepto que tienes de tu propia desnudez. El espectador solo te traslada un reflejo y ese reflejo es tan subjetivo como lo es tu propia opinión. No me olvido de que vivimos en un mundo rodeado de esos reflejos, cegados por los destellos de las opiniones, sometidos a escrutinios y juicios constantes.

Nuestra desnudez, como nuestros cuerpos, es distinta en cada uno de nosotros. No hay dos pechos iguales, ni siquiera los propios, no hay dos uñas iguales, no hay dos cerebros iguales y por supuesto, no hay dos energías iguales.

Cuando decides quitarte esas capas nunca encuentras lo esperado, porque el resultado hasta para uno mismo suele ser algo sorprendente, definitivamente único y sobre todo dinámico. Hoy me quito el abrigo, mañana la corbata y pasado las bragas. Un proceso que en algunas ocasiones puede durar toda la vida y en otras vidas nunca se llega a producir.

Incluso aunque te hayas quitado todas las prendas que llevabas, el tiempo va dejando huella y transformando cada parte de tu cuerpo, como si de otra prenda se tratara.

Desnudarse es provocador e irreverente. Es un acto de mostrar lo de dentro sin pudor y sin miedo a defraudar o a no cumplir expectativas.

Igual que Dalí compartía su subconsciente, sin importar que cada obra pudiera parecer el resultado de su psicoanálisis, Sylvia Plath dejaba ver su inquietud por la muerte en cada poema sin plantearse si podía herir sensibilidades hipocondriacas.

Es como si cada uno de ellos se quitara el abrigo que había llevado puesto durante años y lo donara al mundo customizado con su propia piel.

Ellos se desnudaban y al hacerlo realizaban uno de los actos de creatividad más puros que existen. Sacar lo que uno es, con toda su diferencia.

Si todavía no lo has experimentado, seas quien seas y te dediques a lo que te dediques, es el momento de empezar a protagonizar tu primera película de destape, sin censuras y sin estrellitas en los pezones (con perdón).

Antes de iniciar el destape, lo primero es tomar conciencia de que has vivido en una dictadura. Sí, has oído bien, una dictadura vestida de estereotipos y de clichés que ha marcado o marcan tu trayectoria profesional. Pero es fácil dejarse gobernar por esa dictadura, te lo digo por experiencia. De hecho, lo más natural es hacerlo.

Como comentaba al principio, vivimos en un mundo de reflejos y el reflejo en esta industria es muy intenso y brillante. Emite un mensaje muy poderoso: “Si no vas a trabajar en el equipo creativo de una agencia, no merece la pena que desarrolles tu creatividad”.

En esta profesión es muy fácil caer en esa trampa, es muy sencillo dejarse llevar por esa etiqueta dual de eres creativo o no eres creativo. Sin embargo, la creatividad es algo mucho más grande, que está por encima de esta profesión, por encima incluso de las profesiones artísticas. La creatividad en cualquier rol profesional tiene un valor incalculable.

Así que comienza a desnudarte, elimina capas para sacar tu fuerza original y entrena tu creatividad para expresar esa diferencia.

Desnudarse es definitivamente liberador, lo bochornoso es hacerlo frente a quien no entiende tu maravillosa desnudez.