El valor de lo inútil.

Henri Matisse decía “La creatividad necesita valor” y esto lo decía para certificar que las personas creativas tienen que llenarse de valor para exponer públicamente sus ideas por muy diferentes y poco ortodoxas que sean. Es cierto, tienen que ser valientes. Sacar adelante ideas rompedoras implica tener que destruir moldes y la mayoría de las veces ir contra lo establecido. Incluso para imaginar esas ideas hay que atreverse a hacerlo porque supone tener que eliminar nuestros propios juicios y prejuicios.
Desconozco si Matisse quería darle un doble sentido y significar la palabra valor como algo valioso, lo que sí que creo es que esa otra interpretación cobra más significado hoy en día, que en siglo XIX. Hoy la creatividad necesita ser puesta en valor no solo por parte de las empresas, también de los profesionales. Junto con otras habilidades, será lo que marcará el valor de nuestro desempeño, nos hará competitivos frente a la inteligencia artificial, algo que ya convive con nuestra realidad. El trabajo “premium” implicará no solo hacerlo bien, sino aportar una diferencia a lo que haces, frente a lo que pueda hacer una máquina o cualquier profesional con una preparación académica similar. Aproximarte a los retos, circunstancias o problemas de una manera creativa, marcará esa diferencia.
Por regla general las personas le damos valor a cosas o situaciones que para nosotros son de utilidad. Algo que nos sirve para algo. Dice la canción que tres cosas hay en la vida; salud, dinero y amor. La salud la necesitamos para poder disfrutar de todo lo que nos puede ofrecer la vida, el amor para alimentar nuestro sistema emocional y el dinero como moneda de cambio en nuestra sociedad. Estas cosas son importantes y tienen valor porque las consideramos útiles, las necesitamos. Sin embargo, el principio de utilidad en creatividad se está empezando a apreciar ahora y ha sido gracias esa palabra tan de moda llamada innovación que ha cobrado algo de valor, aunque sea de manera camuflada. Y es curioso, porque la innovación siempre necesita de creatividad, pero la creatividad no necesita de innovación, al menos en una primera fase.
Se dice que la innovación es el resultado de un proceso en el que necesariamente tiene que intervenir el pensamiento disruptivo y que la creatividad es una conexión neuronal que se establece en un momento determinado.
Pero lo cierto es que la creatividad también es un proceso. Un acto en el que interviene una parte de investigación, de enfoque, de criterio, de sintonía con lo que se quiere expresar, de sentido dentro del ecosistema donde quiere expresarse, de conexión con el mundo y otra buena parte de locura.
Una parte de utilidad y otra de inutilidad. Es una paradoja en perfecto equilibrio. Una habilidad que le da sentido a lo que hacemos y que al mismo tiempo se puede entrenar y disfrutar.
Esto es lo que hace que la creatividad sea algo único y especial.
Que lo que se considera inútil también se ponga en valor.